La fábula de la oveja y la comadreja


En un campo muy lejano vivía una comadreja que pasaba su vida tejiendo con sus hermanas, su nombre era Donutila. Junto con sus hermanas tenía un club social, el club de las comadrejas tejedoras, en el cual recibían a decenas de comadrejas de todas las edades y mientras tejían, pasaban las horas riendo.  Merendaban juntas, platicaban, a menudo se aconsejaban y se daban ánimos. Sin duda alguna, Donutila y sus hermanas eran muy queridas por toda la gente.

Pero un día, la prima Cordelia, la oveja más envidiosa de la ranchería, visitó el club de las comedrejas tejedoras, y se sentó a merendar en la vieja sala floreada de la tía Hermenejilda. Todas las comedrejas estaban muy contentas, cuando de pronto, salió Donutila de la cocina con una jarra de limonada y Cordelia le puso el pie cuando pasaba, provocando así que cayera y que derramara la limonada sobre su vestido.

Donutila la miró con gran enojo, convencida de que su prima Cordelia la había tumbado a propósito. – ¡ Cordelia!, ¿cómo te atreves a hacerme esto?- A lo que la oveja respondió: - Yo no me di cuenta que ibas a pasar, Donutila, me distraje al ver la sala de mi tía Hermenejilda, llena de flores y hojas verdes. Me quedé pasmada de pensar en lo pasada de moda que está. ¡Debe de tener por lo menos 30 años!  Las salas de moda, querida, no tienen estampados-.

Aunque es verdad que Donutila es muy buena persona y que es siempre una comadreja cordial, esta vez, sintiéndose ofendida, no pudo contener su coraje y dijo: -Oveja, ¡quiero que salgas de mi casa!  Por favor no vuelvas a pararte en este club, cada vez que vienes nos haces llorar-.

Desde ese momento, expulsada del club de Donutila, Cordelia sintió deseos de tener su propio club social, y decidió abrir uno en su rancho, pero como toda la gente de los alrededores conocía el carácter que tenía, no acudieron al llamado y Cordelia terminó sola y furiosa: -¡Odio a la gente de este lugar!- Después sollozó con tristeza: -¿Porqué no me quieren? No me comprenden-.


Así se lamentó Cordelia, hasta que tuvo una idea, condujo hasta la ciudad con su tarjeta de crédito y compró un televisor, una computadora, un radio y un celular. Al  regresar  a su casa, encendió el televisor y vio telenovelas por primera vez, la novela de Pispirato el necio, que era sobre un caballo de carreras, la mantuvo muy entretenida.

Al día siguiente encendió el radio, y escuchó por primera vez un programa de chismes: -Jajaja, esto es justo lo que me gusta- dijo sonriendo. Días después, aprendió a usar la computadora y por medio de internet se hizo de muuchoss amigos, a quienes marcaba a veces por celular. Fue por eso que Cordelia se sintió realizada con su nueva vida social, y se dijo a sí misma: - Ya tengo mi propio club, jajaja, ay Donutila, ja, comadrejas, ni quien las necesite-.

Pero desafortunadamente, un día Cordelia enfermó y tuvo que estar en cama por varios días, y además, coincidió que en esos momentos llovía fuertemente y se fue la luz. - ¡Chiiinelas! ¡Ya no podré ver la novela!- Entonces quiso encender su computadora, pero la batería estaba descargada. -¡Rayos! ¡Es lo único que me faltaba! ¿Ahora cómo hablaré con mis amigos del club? Ahh ¡ya sé! Les llamaré por teléfono-. Intentaba marcarles cuando se dio cuenta de que el saldo se había agotado y que como tenía que permanecer en cama, no tenía forma de salir a hacer una recarga.

Entonces, Cordelia lloró nuevamente, esta vez, sin consuelo, pues en esos momentos de enfermedad, quería estar acompañada. -¿Porqueeeé? ¡aaaay! Sin televisor, sin radio, sin celular y sin internet ¡estoy perdida! Con ellos nunca estaba sola–.

 Así pensaba la oveja, hasta que de pronto escuchó tocar a la puerta, se levantó, se apresuró a limpiar sus lágrimas, y se arrastró a abrir, de lo mal que se sentía. Cuál no sería su sorpresa al abrir y encontrar a su primas las comedrejas, junto con varias vecinas del club de las tejedoras, con preparaciones dulces y refrescos. Donutila la abrazó y le dijo: –Supimos que estabas enferma, Cordelia, y quisimos venir a visitarte. Espero que te gusten nuestros postres y nos aceptes un rato en tu casa-.

Cordelia muy pronto se sintió mejor, de tanto reír se le quitó la fiebre, y pasó así horas tan agradables, que se dijo a sí misma: -Lamento reconocer que mis amigos del club de internet no hubieran venido a verme hoy aunque les hubiera llamado, pues la mayoría vive muy lejos de mí y sé que a otros no les intereso verdaderamente. ¡Sí! ¡Lo tengo claro ahora! ¡Volveré a reunirme con las tejedoras! Porque definitivamente, lo mejor de los clubes sociales, es tener a tus amigos en persona-.

Después de esta experiencia, Cordelia valoró tanto a sus primas y a las chicas del club, que no volvió a portarse mal con ellas. Y se dice que se volvió tan amable, que si no fuera porque era oveja y no comadreja, la hubieran confundido con Donutila.